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En cuanto Saúl lo oyó, el espíritu de Dios vino sobre él con poder, y él se llenó de ira. Tomó entonces un par de bueyes, los descuartizó y envió los pedazos por todo el territorio de Israel, con la orden de que los mensajeros dijeran: «Así haremos con los bueyes de los que no sigan a Saúl y a Samuel.»

Fue tal el temor que el Señor infundió en el pueblo, que se unieron como un solo hombre. Cuando Saúl les pasó revista en Bezec, los israelitas eran trescientos mil, y los de Judá eran treinta mil,

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